NATALIA HEIM

Natheim (Nathalia Heim) 1982, Bahía Blanca, Argentina. Estudió Comunicación Social en la UBA, es Fotógrafa Profesional egresada en la Escuela de Fotografía Creativa y Gestora Cultural certificada por Matadero Madrid. Docente de FotoCreativaBA, iSEC y docente invitada en UBA y UNS. Ha realizado talleres con Alberto Goldenstein, Alfredo Willimburgh, Daniel Tubío, entre otros; y en diversas instituciones como EFTI, Workshop Experience y EuropaCreativa. Fue seleccionada para la residencia artística transfronteriza Patrim+ en el Museo Caserío Igartubeiti (Ezkio, 2019), Castillo de Seix (Couserans, 2020) y Cal Gras (Avinyó, 2020). Realizó exposiciones individuales y colectivas en Buenos Aires, Bahía Blanca, Tucumán (Argentina); Montevideo (Uruguay); Guayaquil (Ecuador); Madrid, Ezkio, Urretxu, Bilbao (España); Roma (Italia); Vendôme (Francia). Entre ellas se destacan: Museo d`Arte Contemporanea di Roma, Casa América de Madrid, Prix Mark Grosset de Promenades Photographiques, Festival Internacional de Cine y Video Experimental de Bilbao, Museo Haroldo Conti, Bienal de Fotografía Argentina, CdF Montevideo.

Satélite es una obra visual que se construye en el encuentro del cuerpo de la cámara de fotos, el cuerpo de la artista mujer como representación del territorio donde se da la guerra contras las mujeres y el mismo conflicto bélico, contexto en el cual se inscriben las marcas de la obra.

Este encuentro trae como resultado una serie de fotografías digitales intervenidas con imágenes satelitales de GoogleMaps y un filtro de color, bordeadas por márgenes blancos.

Las fotografías son autorretratos, en los cuales se vislumbra el cuerpo de la artista ensimismada, en contracción y tensión, como centro de la escena. Es su propio cuerpo el que representa a todos los cuerpos de mujeres como territorio donde se da el combate, contra y en él. Es decir, por medio del autorretrato, la autora se camufla en representación de todos los cuerpos de mujeres y, por lo tanto, realiza una apropiación de este conflicto bélico, global e histórico, llevándolo a un estado de revelación y diálogo. La obra habla de una revolución femenina que fundamenta su accionar en la reconquista del mapa político y territorial que supone su cuerpo.

Al mismo tiempo, como afirma Judith Butler, “el cuerpo que toma la palabra o que se mueve por el espacio, que cruza fronteras, es a todas luces un cuerpo que puede hablar y moverse. (...) el mismo término movilización se apoya en un sentido operativo de la movilidad, que, recordemos, constituye en sí misma un derecho” y, asimismo, es requisito previo para el ejercicio de otros derechos. Este reclamo se expresa artísticamente, ya que “(...) cuando el cuerpo habla políticamente, no lo hace sólo de manera oral o escrita. La persistencia del cuerpo en su exposición pone esa legitimidad en tela de juicio, y lo hace precisamente a través de una performatividad específica del cuerpo.”

La intervención del paisaje corporal por el paisaje geográfico construye un nuevo cuerpo, una nueva territorialidad que tiene un doble decir. Por un lado, una nueva territorialidad que estamos construyendo las mujeres con perspectiva feminista, en las que la lava sangra y el proceso nos transforma. Las geografías reemplazan partes de nuestro ser y pensar, pero no son iguales, no tienen la misma perspectiva en la mirada sobre el mundo. Estos cuerpos no son sólo territorios de conflicto sino también territorios de transformación, de sublevación y de cambio. Por otro lado, mientras el proceso es lento, doloroso, desgarrador, la contraparte sigue dominando y sometiendo en nuestros cuerpos hasta la muerte. El mundo está en guerra y no sólo desde una concepción política, ideológica o comercial. Una nueva disputa nos trasciende; ahora es en el cuerpo de la mujer donde se da el combate.

La obra propone un abordaje alternativo exponiendo el conflicto a partir de diferentes niveles. La mirada satelital introduce un nuevo punto de vista, otra profundidad y nuevas dimensiones a la batalla. A través del ensamble de códigos artísticos, culturales, sociales y tecnológicos, se infiltra un nuevo lenguaje expresivo capaz de disputar la desdicha.